martes, 7 de abril de 2015

Vacío

Tanto amar después de salir del abismo
para caer de nuevo
más alto, más profundo,
oigo mis huesos romperse
y mis lágrimas salir a borbotones
extiendo mis manos
rotas
busco tu rostro en el punto de luz
al final del foso, aún lo veo.
Te escucho reír
-al menos, tú puedes-
y muero por correr a tus brazos.
Temo que me rechaces,
no quiero que vuelvas a empujarme
con los brazos que son mi hogar
con los brazos que me quitaron el miedo
con los brazos que me cobijaron
con los brazos que me ayudan a dormir tranquila
con los brazos, tus brazos...
con los brazos que anhelo sean mi prisión eterna.
El frío en tu mirada
al encontrarte con la mía, suplicante
llega a mi alma y la congela
y se rehúsa a aceptarlo
no quiere dejarte ir
no quiero dejarte ir
no quiero morir así
no quiero
no sin ti.
El aire escapa lentamente de mis pulmones
y va a tu encuentro
con la esperanza de que lo inhales
y lleves en ti algo de mí
algo que no puedas quitarte
como una marca
como la que tu amor dejó en mi alma
más profunda que mi propia esencia
más dolorosa que mil espadas
más real que el llanto que no cesa
más presente que tu nombre en mi cabeza
más permanente que las cicatrices que llevo.
No me abandones, clamo.
Por piedad, te lo suplico.
De rodillas, te lo imploro.
No me arrojes al olvido...
...no me deseches...
...por piedad, no me arrebates
lo más importante que tengo.
No me arrebates de ti.